Es posible que nos resulten mucho más conocidos los nombres de Martin Luther King o de Gandhi, pero podríamos decir que el movimiento de la No Violencia cobra dimensiones sociales gracias a este hombre y su esposa, Hildegard Mayr; ambos entregaron su vida por esta causa, desde la experiencia cristiana.
Jean Goss nace en Lyon en 1912, de padre sindicalista y madre católica. Esta variedad de sensibilidades en su misma familia configurarán su personalidad hasta realizar su propia síntesis. Trabajó desde pequeño y se implicó en la lucha sindicalista hasta su participación en la Segunda Guerra Mundial, en la cual se afanaba en matar nazis como modo de combatir el mal personificado en Hitler. Fue una noche de Pascua cuando Jean Goss, sin buscarlo, ni prepararse ni sospecharlo, fue tocado por el hombre Jesús, que le cambió la vida para siempre. En Cristo descubrió todo, el verdadero amor que implica respetar a la persona humana hasta las últimas consecuencias. Un amor activo, dinámico, intransigente con el mal, con las injusticias, pero nunca con la persona humana. Un amor creador de vida en todos los aspectos. Un amor capaz de sufrir por el otro.
A partir de esta experiencia, descubre que la lucha sindicalista estaba errada al reducirse a una mera lucha de poder; lamenta profundamente a todas las personas que ha matado por identificar a Hitler con el mal y comienza un camino de no violencia en el que comprende que ha de pagar un precio. Las consecuencias de su opción surgen de inmediato, pues se niega a seguir matando y le hacen prisionero de un campo de concentración hasta el final de la guerra. Allí habla del amor cristiano hasta con los SS y transforma sus conciencias.
En 1958 se casa con Hildegard Mayr, cuyo padre fue pionero en la búsqueda del espíritu no violento y de la fundación del MIR (Movimiento Internacional para la Reconciliación). Desde entonces se dedica con su esposa a expandir su “no” a la violencia. Jean murió en París el 3 de abril de 1991. Hildegard nació en Viena en 1930 y es presidenta honoraria de la International Fellowship of Reconciliation.
Resulta admirable contemplar el itinerario personal y espiritual de este hombre, en él se da una cohesión impecable entre la fe, el compromiso y su vocación matrimonial, sin fisuras. Un estímulo para romper las inercias de la pasividad. Nos quedamos con los tres principios esenciales del espíritu no violento: 1. Decir la verdad con respeto y denunciar la injusticia; 2. Rechazar cualquier participación con la injusticia o la concesión a los privilegios; y 3. Estar dispuesto a pagar el precio de vivir en esta actitud. Toda una invitación a entrar en lo más profundo del misterio cristiano.
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