EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 3º de Cuaresma


Lecturas: Éxodo 3,1-8.13-15 / Salmo 102,1-4.6-8.11 / I Corintios 10,1-6.10-12 / Lucas 13,1-9

Botón homilético – Francisco Quijano

Éxodo, primera lectura: un hijo de mujer israelita exiliada, proscrito por orden del faraón, criado por la hija de este, sospechoso ante su propia gente, casado con una madianita, andaba pastoreando el rebaño de su suegro…

De pronto, se topa con algo extraordinario, se acerca curioso: una zarza que arde. Y lo más sorprendente, cree escuchar una voz: «¡Moisés, Moisés!». Responde: «Aquí estoy». La voz se identifica: «Yo soy el Dios de tu padre…».

Anuncia cuál es su intención: «He visto la opresión de mi pueblo… he bajado para liberarlos… sacarlos de esta tierra y llevarlos a una tierra fértil…». Involucra a Moisés en esta aventura: «Anda, te envío al faraón para que saques a este pueblo… Yo estoy contigo…».

Toda una puesta en escena para el momento culminante de la acción. Moisés pide una garantía para cumplir lo que se le pide: ¿quién es ese Dios, cómo se llama? Escucha una respuesta escueta: «Yo soy el que soy, Yo soy», reiterado tres veces.

Moisés se ha encontrado con Alguien cuya identidad es Ser el que está aquí presente; Ser el que estuvo presente antes, el Dios de tus padres; Ser el que estará presente en el futuro, contigo, con el pueblo, en una aventura que no acabará.

⦁ Es el Dios del salmista: «El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos… el Señor es compasivo y misericordioso… como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles».

Este pasaje del Éxodo es la revelación del Dios que, en el Evangelio de Juan, dice: «Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, sabrán que Yo soy». Y en el Apocalipsis: «Yo soy el Alfa y la Omega, El que es, Él que era, Él que será».

Es el Dios que, en Jesús, se revela como Padre, Abbá; con Jesús, su Palabra hecha carne, nos acompaña en nuestra vida; y por su Espíritu de Amor nos comunica su vida. 

 


 

Claves para la homilía – Julián Riquelme

Contexto Palestina, año 30: En la época de Jesús, algunos oyentes opinan que unos galileos ejecutados por Pilato son más pecadores que los demás campesinos, porque han padecido la muerte. Interpretan que Dios permite esta desgracia como un castigo, pues habrían sido unos pecadores más endurecidos. Grecia, año 80: Cuando Lucas redacta su Evangelio, los judaizantes divulgan la imagen de Dios, como el legislador que premia a los buenos y castiga a los malos. Para Lucas, Dios es la plenitud del Amor.

Sentido El Evangelio trata de la “Conversión” o “cambio de ruta” o “revisión de mentalidad” o “rectificación”. En el texto se pueden distinguir estos temas:

⦁ Invitaciones a la conversión (Lc 13,1-5). El episodio de la muerte de los galileos y el de los judíos aplastados por la torre de Siloé brindan la oportunidad a Cristo para insistir en la conversión, esto es, en decidirse a vivir en adelante según la buena noticia del Reinado de Dios, pues todos estamos alejados de su Amor. El Señor evita vincular la desgracia con una falta anterior: Él no culpabiliza; sino que invita a abrirse personalmente hoy a la bondad de Dios, a su inmenso Amor.

⦁ Parábola de la higuera estéril (Lc 13,6-9). La “higuera” es símbolo del pueblo de Israel. Mediante esta comparación, el Nazareno exhorta al cambio, desde dentro, ahora que es tiempo, ya que el fundamento de la vida humana no está en nuestras manos. El Maestro llama a aprovechar la convocatoria de Dios a dar fruto, a crecer en humanidad, pues el tiempo de rectificación es limitado.