1 Aquel día dirás:
«Te doy, gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.
2 Él es mí Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación».
3 Y sacarán aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
4 Aquel día, dirán:
«Den gracias al Señor
invoquen su nombre,
cuenten a los pueblos sus hazañas,
proclamen que su nombre es excelso».
5 Canten al Señor, que hizo proezas;
anúncienlas a toda la tierra;
6 griten jubilosos, habitantes de Sión:
«¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!»
La Liturgia Romana de las Horas nos propone un texto del profeta Isaías (12,1-6) para orar en las laudes del jueves de la segunda semana del salterio. Es un cántico que cierra al mismo tiempo el libro del Emmanuel (capítulos 6 al 12) y la sección sobre el regreso de los desterrados de Israel (11,11ss) con la siguiente estructura:
1-2. Acción de gracias y profesión personal de esperanza.
3. Intermedio.
4-6. Invitación a la alegría colectiva, con acción de gracias y de confianza en Dios.
La protección que el Señor había ofrecido a la dinastía real de David en el reino de Judá, es motivo de esperanza para todo el pueblo. Dios es confiable pero sobre todo es el Amo de las naciones. Por eso se puede tener seguridad de que, más allá de las dificultades, el pueblo del Señor no será destruido.
Es por libertad y amor que Dios libera a su pueblo, y esa certeza nos es presentada por Isaías de una forma poética, lírica, casi en lenguaje litúrgico y no sólo de modo cognitivo. De forma que el lector u oyente no solo reciba información, datos, sino que pueda involucrarse también emotivamente en la dimensión espiritual.
1 Te doy, gracias, Señor, porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira y me has consolado.
Los vv. 1-2 se centran en Dios. Cuando el pueblo se ha replegado en sus mezquinos intereses, olvidándose de Dios, ha sido zarandeado por las dificultades y los enemigos. En cambio, recordar al Señor con una actitud de alabanza y acción de gracias es esencial para la solidez espiritual. No porque Dios lo exija, sino porque lo necesitamos nosotros como seres religiosos. Hay que centrar nuestra atención en Dios, Padre amoroso. El principal motivo de la gratitud es el reconocimiento de que la ira de Dios ha sido removida, y ahora Él nos sostiene y alienta definitivamente.
2 Él es mí Dios y salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Dios no sólo posee o da la salvación, sino que Él mismo es la salvación. No se puede hablar de salvación dejando fuera a Dios (Is 30,15; Jer 42,7-17). Toda liberación, personal o social, está fundada en Dios, y sin Él no existe.
3 Y sacarán aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
A partir de aquí el poema pasa de un registro introspectivo (vv.1-2) a uno más expansivo. Todos deben conocer quién es Dios (Is 2,1-4). En lugar de confiar en alianzas y naciones para la salvación, Israel debe verse como el vehículo para que esas naciones puedan venir a Dios.
El intermedio del v. 3. contiene una imagen muy comprensible en un país tan seco como la Tierra Santa; que la presencia y la acción de Dios son a los hombres como el agua para la tierra seca (Ex 17,1-7; 35,6-7; Jer 2,13; Sal 42,2; Jn 4,15; 7,37; Ap 7,17).
4 Aquel día, dirán:
Den gracias al Señor, invoquen su nombre,
cuenten a los pueblos sus hazañas,
proclamen que su nombre es excelso.
5 Canten al Señor, que hizo proezas;
anúncienlas a toda la tierra.
El v. 4 tiene varios paralelos en los salmos (p. e. 105,1; 145,4-7; 148,13). El “Nombre de Dios” no conlleva asociada ninguna virtualidad mágica, sino que se refiere más bien a la buena reputación 'renombre' y carácter de Dios (Mt 6,9). Tener una experiencia de Dios nos impulsa a renovar nuestra convicción sobre la santidad de Dios (El Santo de Israel), y nuestro deseo de comunicarlo a los demás.
6 Griten jubilosos, habitantes de Sión:
«¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!»
De las 29 veces que la expresión “El Santo de Israel” aparece en la Biblia hebrea, 26 las encontramos en el libro de Isaías. Y tres en los salmos: 71,22; 78,41; 89,19.
La santidad de Dios es la suma de todos sus atributos, lo que lo diferencia y separa de la creación, incluida la humanidad. El único Santo en el universo es Dios, y por eso se diferencia de los ídolos -pues no se le puede manipular por la magia o con una religiosidad interesada- ni tampoco es una fuerza impersonal que pudiera desvincularse o desinteresarse de nuestro mundo. Gracias a la santidad de Dios -cuya trascendencia y gloria no están reñidas con su presencia entre nosotros- hay una esperanza para el mundo. Dios debe habitar entre sus creaturas (Ex 40,34-35; Is 57,15; Jn 1,14; 14,15-17).
Octubre 2017
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