«¿Qué se puede hacer?» Es la pregunta que mucha gente se hace en México ante la proliferación de crímenes, impunidad y corrupción que azota al país desde hace años. «Si cada quien hace algo, se puede hacer mucho», sería la respuesta de Don Pino Puglisi.
El párroco del barrio Brancaccio en Palermo fue asesinado por la mafia el 15 de septiembre de 1993, día de su nacimiento a este mundo, que se convirtió en su dies natalis al mundo del amor de Dios a los 56 años.
«Me lo esperaba». Fueron sus últimas palabras, según testimonio de quien lo mató, Salvatore Grigoli, que cuenta así lo sucedido: «El padre se disponía a abrir la puerta de su casa. Tenía un bolso en sus manos. Fue cuestión de segundos: alcancé a darme cuenta de que Spatuzza se le acercó, le puso la mano en la suya para quitarle su bolso. Le dijo en voz baja: "Padre, esto es un atraco". Él se volvió, lo miró, sonrió –cosa que no puedo olvidar, no he dormido esa noche– y dijo: '”Me lo esperaba". No se había dado cuenta de que yo estaba detrás de él. Entonces le disparé un tiro en la nuca». .
Giuseppe Puglisi había nacido en ese mismo barrio Brancaccio el 15 de septiembre de 1937. En 1953 a los 16 años ingresa al seminario, fue ordenado sacerdote al cabo de siete años el 2 de julio de 1960. Desempeñó sus primeros años de ministerio en Settecannoli, cerca de Brancaccio, y en el orfanatorio Roosvelt para niños pobres. Allí comenzó su labor con niños y jóvenes que marcaría toda su vida.
En octubre de 1970 fue nombrado párroco de Godrano, pueblcito de un centenar de habitantes a unos 40 kilómetros de Palermo. La población estaba copada por una lucha a muerte entre dos clanes de la mafia, las venganzas habían cobrado varias vidas. La labor pastoral de Don Pino en esas circunstancias, que duró hasta 1978, fue la experiencia que marcó definitivamente su misión. Se dedicó a ir de casa en casa a leer el Evangelio y hablar de perdón, logró formar pequeños grupos de lectura mensual de la Biblia, finalmente logró que las familias en pugna se reconciliaran. «La paz –decía– es como el pan, hay que compartirla para que no pierda su sabor».
Entre 1978 y 1990 Don Pino desempeñó una variedad de tareas, casi todas orientadas a la juventud: pro-rector del seminario menor, director del centro diocesano de vocaciones, animador de la Acción Católica, hasta profesor de matemáticas y religión en el liceo de Addaura junto con profesores “rojos” con quienes compartía su fe en los seres humanos.
El 29 de septiembre de 1990 fue nombrado párroco de San Gaetano en su barrio natal, controlado por el crimen organizado. Tomó posturas firmes contra la mafia: no recibía limosnas suyas para la fiestas, no permitía que lo capos encabezaran las procesiones, rechazó un contrato para reparar la iglesia de una constructora coludida con la mafia. Sobre todo animó a niños y jóvenes a no involucrarse en la droga, el robo, la venta de cigarrillos de contrabando, y a perseverar en sus estudios en la escuela.
El 29 de enero de 1993 inauguró el Centro Padre Nuestro, con el propósito de librar a niños y jóvenes de la mafia, y ofrecer espacios de encuentro para las familias. Tanto él como gente que colaboraba en su trabajo pastoral habían recibido amenazas de muerte. La mafia no se lo perdonó. Pocos meses después cumplirían sus amenazas.
Don Pino Puglisi fue declarado beato el 25 de mayo de 2013 en el Foro Itálico de Palermo ante unos cien mil fieles. Su beatificación es un hito nuevo en las causas de los santos: ser testigo de la fe en el compromiso con los hombres. El arzobispo Vincenzo Paglia, que llevó la causa de beatificación de Mons. Romero, dijo en febrero de 2013 que la historia de Don Pino sentaba un precedente para la beatificación del Arzobispo de San Salvador. ¿Qué se puede hacer? Si cada quien hace algo, se puede hacer mucho. Don Pino hizo lo suyo.
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Pensamientos de Don Pino Puglisi
El Señor sabe esperar Nadie está lejos del Señor. Él ama la libertad, no impone su amor. No fuerza el corazón de nadie. Cada corazón tiene su tiempo, que ni nosotros siquiera logramos comprender. Él llama y está a la puerta. Cuando el corazón esté dispuesto, se abrirá. El sentido de la vida Cada quien siente dentro de sí una inclinación, un carisma. Un proyecto que hace a cada cual único e irrepetible. Esta llamada, esta vocación es el signo del Espíritu Santo en nosotros. Únicamente a escucha de esta voz puede dar sentido a nuestra vida. |
Las palabras y los hechos Es importante hablar de la mafia, especialmente en las escuelas, para luchar contra la mentalidad mafiosa, que no es sino cualquier ideología dispuesta a vender la dignidad humana por dinero. No nos quedemos en las marchas, las denuncias, las protestas. Todas estas iniciativas tienen su valor, pero si nos quedamos en este plano, son tan solo palabras. Y las palabras deben ser confirmadas por los hechos. |
Si cada quien hace algo… Nuestras iniciativas y las de los voluntarios deben ser un signo. No son algo que pueda transformar Brancaccio. Esto es una ilusión que no podemos permitirnos. Se trata solo de un signo para ofrecer otros modelos, especialmente a los jóvenes. Lo hacemos para poder decir: puesto que no se hace nada, nosotros queremos arremangarnos las mangas y construir algo. Si cada quien hace algo, entonces se puede hacer mucho… |
Febrero 2015
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