I. Carlos Isamitt Alarcón (Rengo, 13 de marzo de 1887 - Santiago, 2 de julio de 1974) ingresó a los 12 años a la Escuela Normal José Abelardo Núñez, recibiendo su título de Profesor Primario en 1904. Durante algunos años se desempeñó en algunos establecimientos educacionales de la capital.
Inició su formación musical en la misma Escuela Normal y en el Conservatorio Nacional de Música. Paralelamente comenzó estudios de pintura en la Academia de Bellas Artes, donde fue alumno de Pedro Lira, Julio Fossa Calderón y Fernando Álvarez de Sotomayor. Su formación musical se acrecentó desde 1910 por el contacto regular con Pedro Humberto Allende y Alfonso Leng. La búsqueda de lo vernáculo como fuente de inspiración tanto musical como pictórica lo estimuló a emprender viajes de investigación por el país: así ocurren una permanencia entre mariscadores de Cartagena, otra entre huilliches de Chiloé y una tercera entre indígenas de Tierra del Fuego.
Una segunda etapa formativa ocurrió cuando viajó a Europa entre 1924-1927, como delegado ad-honorem de Chile en París durante los dos primeros años de la Exposición Colonial, pero dedicando el tercero a viajar por Polonia, Austria, Italia, España, Alemania y Bélgica, donde observó sus métodos de enseñanza pictórica y musical y pudo nutrirse de las nuevas corrientes estéticas entonces en desarrollo (el dodecafonismo y la música serial, así como el cubismo y el impresionismo). A su regreso fue llamado por el Ministro de Educación Eduardo Barrios a hacerse cargo de la recién creada Dirección General de Educación Artística de ese Ministerio, iniciando las Tardes Chilenas en el Partenón de la Quinta Normal (exposiciones pictóricas y conciertos de autores nacionales) y fundando la Escuela de Artes Aplicadas, con sus diversos talleres a cargo de profesores europeos especialmente contratados (Boris Grigorieff, en pintura; Carlos Hassmann, en cerámica; Carlos Striyenski, en mueblería; Camila Jaradova, en gobelinos, y María Kociva, en tapetes populares). Pero toda esta renovación estética fue de corta duración pues el Ministro Barrios fue reemplazado por Pablo Ramírez, quien interrumpió el proceso por la situación política y económica imperante. El maestro Isamitt entonces se acogió a jubilación.
Así comienza una tercera etapa de mayor amplitud artística y de maduración personal porque entre 1931-1937 estudia la cultura mapuche viviendo la mayor parte de esos años en diversas reducciones al sur de Temuco, aprendiendo también a hablar el idioma vernáculo, cuyo resultado fue el acopio de un inmenso material etnográfico especialmente dedicado a música, danza, instrumentos musicales, cuentos, leyendas y costumbres varias. En los primeros años de esta década participó en la formulación de la ley que creó el Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile. También realizó docencia privada de pintura y música, en cuyo contexto conoció a la joven Beatriz Danitz, con quien contrajo matrimonio en 1942: no obstante la gran diferencia de edad entre ellos, se produjo en la pareja y los 2 hijos nacidos de esta unión una notable afinidad, manifestada en motivaciones para otra serie de inspiraciones artísticas así como en varias investigaciones conjuntas de campo.
Arriba a su cuarta y última etapa vital, la cual se extiende hasta su fallecimiento en 1974. Además de componer y pintar, pueden mencionarse algunas actividades: Profesor de Educación Musical y Metodología en el Conservatorio Nacional de Música; Presidente de la Asociación Nacional de Compositores de Chile; numerosas publicaciones de temas de su competencia en revistas especializadas nacionales y extranjeras; Premio de la Municipalidad de Santiago a su ballet "El pozo de oro", con motivo de un concurso convocado para celebrar el 4° Centenario de la fundación de la ciudad; Premio Nacional de Arte de 1965. A su muerte había escrito sobre un centenar de obras musicales (sinfónicas, de concierto y cámara) y pintado más de dos mil cuadros. En su austero hogar del barrio Recoleta, donde siempre viviera, se conservaba la parte inédita de esta producción.
II. De las numerosas exploraciones a que lo llevó su multifacética personalidad a continuación se presentan seis diferentes motivos de discernimiento suyos, todavía importantes de recordar.
En primer lugar, el lenguaje musical existe en el ser humano naturalmente desde sus primeros meses de vida, adquiriendo precozmente una estructura y forma anteriores incluso que el lenguaje hablado. El lactante puede comunicar emociones, afectos e incluso ideas mediante signos musicales antes de adquirir las capacidades verbal y racional requeridas por el habla.
En segundo lugar, sostuvo que el sistema pedagógico educativo general, sea por la enseñanza artística como con cualquiera otra, debe estimular en el alumno paralelamente la reflexión y la creación, es decir, despertar en él una conciencia creativa, que es lo que conduce a la producción deliberada de la obra final valiosa. Sostuvo que detrás de una obra pictórica o musical existía toda una estructura de partes equilibradas que puede y debe ser deducida y exteriorizada, con el objeto de lograr una cabal comprensión de todo el soporte físico, matemático, geométrico, cromático o sonoro involucrado. La observación sistemática y comparada de diferentes producciones artísticas a través de esta metodología, entrena paulatinamente al alumno en detectar tal sustrato y le genera al mismo tiempo una actitud nueva no sólo hacia el resultado final de todo un complejo proceso, sino también hacia sus ingredientes y las etapas recorridas. Asimismo defendió la tesis de que la creatividad artística era posible en cualquier persona y no sólo entre ciertos afortunados, en la medida que se le facilitaran las oportunidades para crear.
En tercer lugar, sostuvo que los mismos principios estilísticos generales subyacen en la obra de arte, independientes de su naturaleza específica. Las diferencias existentes en los diversos campos, propias de los distintos materiales utilizados y de las técnicas y métodos considerados, siempre están orientadas por regularidades más generales comunes. A partir de esta concepción globalizante del significado del arte, postuló que la forma utilitaria y la forma estética eran equivalentes. Su aspiración a la unificación del arte y los oficios, cuya mejor manifestación europea por esos años 20 era la Bauhaus, se expresó en la creación de la Escuela de Artes Aplicadas y en las Tardes Chilenas en el Partenón de la Quinta Normal, ya mencionadas.
En cuarto, es destacable su interés por investigar las culturas aborígenes americanas actuales o extinguidas, incluidas las pre-colombinas, proponiendo el reemplazo de la contemplación de la antigüedad clásica, tan distante de nuestro mundo y cosmovisión latinoamericanos, por las creaciones equivalentes de grupos más próximos a nuestra realidad cultural.
En quinto, sostuvo que la obtención de cualquier elemento cultural autóctono debía realizarse luego de una permanencia prolongada en el lugar, que posibilitara el conocimiento de las personas, su interacción cotidiana fluida con el observador foráneo, la percepción adecuada de los múltiples detalles de la vida doméstica y tantos diversos factores propios del contacto de sujetos pertenecientes a contextos socioculturales diversos.
Finalmente importa consignar que nunca se afilió a movimiento religioso o ideológico alguno, si bien siempre fue respetuoso de las personas y de sus creencias. Alguna vez se definió a sí mismo como un panteísta.
III. Carlos Isamitt fue muy parco para referirse a sí mismo: "Mi vida no tiene más que una finalidad y un imperativo, el afán de perfeccionamiento... Creo firmemente en la felicidad de crear nuestra propia vida... Como conozco el dolor del hombre y me duele, me acerqué a él; eso fue lo que me impulsó primordialmente hacia el araucano... Defender a los semejantes es también una creación". En uno de sus 8 corales para voces mixtas, el titulado "Caminito nuevo" incluye el siguiente texto: "Caminito nuevo con sol / ¿dónde me llevas con mi ansiedad? / tus secretos he de sondear / con mi alma libre de buscador". Con ocasión de la ceremonia de su incorporación a la Academia de Bellas Artes del Instituto de Chile y al mismo tiempo recibir el Premio Nacional de Arte, dijo: "Yo soy un vagabundo que camina por los campos".
El musicólogo español avecindado en México Otto Mayer-Serra lo consideraba como el único músico indigenista sudamericano, comparable con el mexicano Carlos Chávez. Jorge Urrutia Blondel lo calificó como chileno intensamente “audio-visual", con su aspecto exterior afable, su serenidad bondadosa incluso en medio de las mayores contradicciones que pudo despertar, la seria hazaña que fueron sus estudios etnográficos, el estímulo hacia el desarrollo artístico de los jóvenes, su rara y perfecta generosidad y su juvenil tranquilidad a pesar de los años.
Carlos Isamitt fue profundamente humanista. Más que músico y que pintor, en el Chile de la primera mitad del siglo XX fue uno de los renovadores más fecundos, audaces y modernos no sólo respecto a obras ya acabadas, sino también en la metodología de la creación artística y en la pedagogía apropiada para llegar a ella. Tuvo la sencillez de las personalidades superiores. Mostró inteligencia para adelantarse al común de sus contemporáneos y la necesaria estabilidad emocional para superar las contradicciones inherentes a las nuevas empresas. No fue falsamente modesto cuando tuvo que mostrar lo propio pero también fue de absoluta honestidad para reconocer los aportes valiosos de otros. No parece exagerado el apodo de "santo laico" que le aplicó el periodista Hugo Goldsack poco después de su fallecimiento.
Pinturas de Carlos Isamitt: Paisaje chileno – Atardecer – Trilla – Familia mapuche
Carlos Isamitt: Friso Araucano: Siete canciones para soprano, barítono y orquesta ► Escuchar 14 m
Julio 2014
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