TESTIGOS DE CRISTO

Fray Gabriel Marcelo Nápole OP (+ 26.12.2013): La humanidad de la Palabra
— por Francisco Quijano

Hermano, compañero, amigo, predicador, amante de la Palabra, investigador, estudioso, animador, porteño, sabedor de futbol, hincha del Boca Juniors, vivaz, visionario, prior, primus inter pares, servicial, comprometido en la misión de la Orden… Con su voz timbrada y su risa cristalina, estaba en todo todo él sin reservas, toda su humanidad.

Todo él en todo: su integridad, su humanidad desbordante. Fue lo primero que destacó fray Rafael Colomé en la misa pascual de Gabriel. Comentándolo después, decía que Gabriel se hacía notar siempre, donde quiera, en cualquier ambiente, con quienes fuera. No era una presencia avasalladora. Todo lo contrario: una presencia –humanidad entera hay que llamarla– que abría espacios anchurosos y acogedores en los que cada cual podía crecer en su propia humanidad.

Primus inter pares: siempre al parejo de quienes estaban con él. Animador, líder, en avanzada, adelante, al lado, en medio, atrás, nunca por encima de los demás.

Rafael Colomé habló de los tres amores de Gabriel: la Palabra de Dios, la Orden de Predicadores, los pobres. Su tesis de doctorado en Sagradas Escrituras versó sobre la apocalíptica judía –el apócrifo Libro IV de Esdras–. Cuando trabajaba en ello en la Escuela Bíblica de Jerusalén –me contó alguna vez– disfrutaba tener desplegados en su escritorio amplio varios textos que tenía que cotejar para su investigación. Hace unos meses volvió a Jerusalén para un minisabático. Corrieron rumores –así me llegaron– de que quisieron quedarse con él como prior de la comunidad o quizá como director de la Escuela Bíblica.

En un encuentro de CIDALC en Buenos Aires en julio de 2003, fray Jean-Michel Poffet, director entonces de la Escuela Bíblica, presentó un proyecto novedoso: La Biblia en sus Tradiciones. Se trataba de una edición de la Biblia que vendría acompañada por una variedad de formas de recepción por la tradición cristiana, desde lecturas de los Padres de la Iglesia hasta lecturas de las comunidades de base, recepciones también en la literatura, la pintura, la música. Gabriel se entusiasmó con el proyecto y organizó un equipo de biblistas para crear un modelo del proyecto. Este modelo fue editado en Colombia: El libro de Josué y Josué 1,1-18 (puede verse en también en la red: La Biblia en sus tradiciones)

Su compromiso con la Orden, no solo en Argentina, Uruguay y Paraguay, también en Chile, Cuba y otros sitios fue incondicional. En 1997 el Maestro de la Orden, fray Timothy Radcliffe, lo nombró director del Instituto Pedro de Córdoba en Santiago de Chile. Esta encomienda –hay que decirlo– lo descolocó en la misión que venía cumpliendo en Buenos Aires recién terminados sus estudios. Descolocó también al vicariato dominicano al cual pertenecía. Recordábamos esto fray Fernando Solá y yo en el funeral de Gabriel. Él me decía: Aquello del 97 y ahora la muerte de Gabriel nos hace ver que las personas no nos pertenecen. Gabriel estuvo también en La Habana en tres ocasiones, invitado por fray Manuel Uña, para dar cursos de Biblia en el Aula Bartolomé de las Casas.

Gabriel había comentado recientemente que veía Jerusalén como su lugar natural. Falleció repentinamente a los 54 años el día de San Esteban, el santo bajo cuyo patrocinio está el convento dominicano de Jerusalén. San Esteban, primer testigo en dar su vida por Cristo, se lo llevó. Entre quienes lo conocimos y compartimos en varias ocasiones con él, sobre todo entre su familia y sus hermanos de la comunidad dominicana a la cual pertenecía, sentimos que ha dejado un gran vacío. Esperamos que su muerte, como la de san Esteban, sea fecunda.

Gabriel llegó en verdad a su lugar natural: Jerusalén, la celeste, que está vestida como novia para su esposo. Me imagino a Gabriel trasformado: su voz timbrada y su risa cristalina cantan ahora un aria vibrante en las Bodas del Cordero.

Días de Navidad, resuena la sentencia del Evangelio de San Juan: La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. En Jesús, esa Palabra es el Logos eterno, creador, lleno de luz, de vida y de verdad. Esa Palabra, acogida por la fe y contemplada en el estudio, puso su morada en la humanidad de Gabriel. Gabriel nos deja un testimonio vivo: su humanidad desbordante estaba habitada por la Palabra que es vida, luz, verdad...

Más información en el sitio de la Orden de Predicadores

* Gabriel Nápole y Mauricio Shara al final del año escolar 2013 en Facultad de Teología de la UCA

Enero 2014