EVANGELIO DOMINICAL

Solemnidad de la Santísima Trinidad


Lecturas: Éxodo 34,4-6.8-9 / II Cor 13,11-13 / Juan 3,16-18

Botón homilético: Francisco Quijano

• La Santa Tríada –Padre, Hijo, Espíritu– es «origen, camino y término de todo», dice san Pablo en Romanos (11,36). El Dios Triuno que lo envuelve todo: «En él vivimos, nos movemos y existimos», dijo san Pablo en Atenas citando a un poeta griego (Hechos 17,28).

• ¿Cómo vislumbrar este misterio? Lo primero, tomarse en serio lo que dice san Juan: «Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo Único, Dios, que está en el seno del Padre, es quien nos lo dio a conocer» (Jn 1,18). Luego, considerar estos destellos que ofrecen las lecturas de hoy.

• Libro del Éxodo: Moisés invoca el nombre de Yahvé. El Señor le responde: «Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad» (34,5-6). Ese Dios desconocido no es un Dios que acosa y juzga, es un Dios de compasión.

• Pablo se despide así de los corintios: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos ustedes» (II Cor 13,13). Ese Dios incomprensible es un Dios de gracia, amor y comunión.

• Jesús, en el Evangelio de Juan: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Ese Dios que supera todo nuestro alcance es un Dios que se hizo humano en Jesús, habitó y habita entre nosotros.

• Juan en su Carta primera: «A Dios nadie lo ha visto nunca. Pero, si nos amamos unos a otros, Dios mora en nosotros y podemos decir que su amor ha llegado en nosotros a la perfección» (I Jn 4,12). Nuestro Dios es un Dios a quien no podemos ver ni comprender, pero está entre nosotros.

• Una antífona medieval del siglo VIII, que ha tenido la fortuna de ser un ritornelo con variadas melodías, dice así: «Ubi caritas et amor, ibi Deus estDonde hay amor y caridad, ahí está Dios».

San Agustín dice al comentar el Evangelio de San Juan: «Escucha bien lo que se te dice: ama a Dios. Si me dijeras: “Muéstrame al que debo amar”, ¿qué podré responderte sino lo que dice el mismo san Juan: “Nadie ha visto jamás a Dios”? Pero no pienses que está completamente fuera de tu alcance contemplar a Dios, pues el mismo apóstol dice en otro lugar: “Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios”. Por lo tanto, ama al prójimo y encontrarás dentro de ti el motivo de este amor; allí podrás contemplar a Dios, en la medida en que esta contemplación es posible».

• No podemos vislumbrar este misterio si no es en el amor, y aun así su revelación plena será más allá de este mundo en la vida sin fin. Contamos, sin embargo, con una garantía: «Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos» (I Jn 3, 14).

• San Pablo termina así una alabanza al Dios grande: «Al Único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores, el único que posee la inmortalidad, el que habita en la luz inaccesible, que ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él el honor y el poder por siempre. Amén».

 

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Claves para la homilía: Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: Jesús llama a Dios “abba” = “Padre” (Fuente Q: Mt 6,7-13; Lc 11,2b-4). - Jerusalén, año 100: Dios en Jesús, por Amor, ofrece a todos la vida plena. El ser humano tiene que optar entre la vida y la muerte.

• Sentido El Evangelio de hoy habla del “Amor de Dios”: “Dios amó tanto al mundo”. La mejor noticia que puede recibir un ser humano es que Dios no puede apartarle de su Amor. En el texto se distinguen en dos partes:

• Nuestro Dios es como una Comunidad de Amor (3,16-17). Por Amor, Dios entrega a su Hijo Jesús al “mundo”, a la humanidad, para que todos tengan vida. En otras palabras: el móvil del envío del Hijo es el Amor; y la finalidad es salvar a todo ser humano, sin excepción. Quien no obtenga la vida, es porque rechaza la oferta divina, no aceptando la adhesión a Jesús, el dador del Espíritu Santo. Lección: Los tres –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo–, a la vez en conjunto y cada uno en su acción, son El que ama, el amado y el amor. Nuestra vida debería ser un espejo, que, en todo momento, reflejara el misterio de la Comunidad Trinitaria, al interior de nuestra familia, nuestra comunidad y nuestra sociedad.

• El ser humano tiene la responsabilidad de su salvación (3,18). Quien presta adhesión a Jesús no está sujeto a sentencia; quien se niega a dársela, ya tiene la sentencia de frustración, por su negativa a adherir a Él. O se está a favor de Jesús o en contra; no existe la indiferencia. Mensaje: Cuando hablamos de cualquiera de las tres personas divinas, relacionándose con nosotros, estamos hablando de Dios, preocupado por el crecimiento de los seres humanos. De tal manera que, cuando damos la adhesión a Jesús, como Hijo único de Dios, que es el modelo de sus hijos e hijas, estamos creyendo en la igualdad de todos los seres humanos, en el horizonte que les abre el Amor de Dios, y en el amor al prójimo como fruto del Espíritu Santo.

Semana IX: Lunes (aquí)