Lecturas: Hechos 15,1-2.22-29 / Salmo 66,2-3.5-6.8 / Apocalipsis 21,10-14.22-23 / Juan 14, 23-29
Botón homilético – Francisco Quijano
• Aprenderlo todo, recordarlo todo. El trato asiduo con Jesús en sus andanzas de profeta no fue suficiente; haber compartido con él la mesa y la amistad tampoco. El fracaso de la cruz fue demoledor.
• Ellos necesitaron al compañero que está al lado –παράκλητος, parácletos– al abogado, defensor, revelador, maestro. El Espíritu Santo es ese compañero que enseña todas las cosas y recuerda lo que Jesús había hecho y había dicho.
• Nosotros necesitamos también esa presencia íntima del Espíritu Santo que nos enseña a vivir en amistad con Dios: «Si alguien me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y habitaremos en él».
• Vivir la fe es escuchar a Jesús, acoger su enseñanza, adherirse a él, seguirlo en el camino de la vida, adoptar su práctica del amor incondicional, entregarle la vida. El principio y el fundamento de todo esto es Dios mismo, su presencia en nosotros.
• «Habitaremos en él, habitaremos en ustedes», eso dice Jesús. Las comunidades formadas por el discípulo amado tenían esa convicción. Juan dice al comienzo de su Evangelio: «La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros»
• Juan habla de Jesús de Nazaret, en quien habita la Palabra que creó todas las cosas. Habitar el Padre y su Palabra en nuestra carne es un misterio que comprende a toda la humanidad, a quienes viven en su amor.
• Dios habita en nosotros por su Espíritu, que es Paz, Gozo, Delicia, Amor, Felicidad. Nuestra humanidad tiene como destino vivir en la Amistad de Dios. La dimensión mística de la fe es gozar a Dios: «Por el anonadamiento de Cristo y su encarnación, se sigue la divinización de ser humano» (Andrés de Creta, siglo VIII).
• El Padre y el Hijo habitan en nosotros por el amor. La paz de Dios habita en nosotros por el Espíritu Consolador. Estas palabras apuntan a la dimensión mística de la fe: la experiencia de lo divino. Hemos de afinar la sensibilidad de nuestro espíritu para sintonizar con el Espíritu de Dios que habita en nosotros.
Lecturas: Hechos y Apocalipsis
• En este episodio de los Hechos, san Lucas presenta los acuerdos a los que llegó la asamblea de las autoridades cristianas de Jerusalén sobre la discusión acalorada acerca de la circuncisión. Importa destacar el primer enunciado del acuerdo: «El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido...» Tenemos aquí la conciencia de los apóstoles y presbíteros de actuar bajo la luz y el impulso del Espíritu, tal como lo dice el Evangelio.
• La visión del Apocalipsis es una proyección más allá de la historia de la consumación de la presencia de Dios en el seno de la humanidad. En esa realidad última que escapa a nuestra imaginación y nuestras ideas, la creación entera y nosotros en ella viviremos en la luz imperecedera de Dios: «No se necesitará la luz del sol o de la luna, porque la gloria de Dios lo iluminará todo y el Cordero será la lumbrera».
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Claves para la homilía: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: En la última Cena, los discípulos están inquietos, porque Jesús ha manifestado ser el Mesías, al entrar en Jerusalén y purificar el Templo (Mc 11,7-10.15-17). Con probabilidad los jefes religiosos no lo aceptarán. - Jerusalén, año 100: En una mirada internacional, hay alta probabilidad que sucedan persecuciones contra los cristianos, por parte del imperio romano y de los judíos.
• Sentido El tema del Evangelio es la “Promesa del Espíritu Santo”. La división del texto podría ser la siguiente:
• Dios con nosotros (14,23-24). Jesús expone cómo el Padre y Él se unen, hacen morada y viven en cada discípulo y en la comunidad. Condición: Identificarse con la persona y el mensaje de Cristo, mediante la práctica de su Palabra, que convoca a amar a Dios en los otros. Las personas divinas vivirán en los discípulos.
• Espíritu Santo (14,25-26). El Maestro presenta al nuevo valedor, asistente o defensor: el Espíritu Santo, que, como la memoria viviente, permite a las comunidades actualizar lo que dijo Cristo. El Espíritu Santo, interiormente, recuerda, enseña, da nuevo sentido e interpreta desde y a favor del proyecto del Nazareno. El mismo Espíritu Santo permite experimentar, ya desde ahora, la vida definitiva a quienes siguen a Jesús.
• Serenidad en la tristeza (14,27-29). El Señor se despide tranquilizando a los discípulos, al desearles la paz y al afirmarles que su ausencia no será permanente y absoluta, sino transitoria. Las Palabras de Jesús deben darles confianza en el momento de la ausencia, pues la fe lleva siempre consigo el optimismo de la esperanza. En definitiva, el mismo Cristo los acompañará, por la acción del Espíritu Santo.
Pascua VI - Lunes (aquí)
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