En una Venezuela afectada como tantos países por la pandemia, y no solo por eso, también por el agobio en que se encuentra su gente con un gobierno dictatorial, el 30 de abril pasado el Nuncio Apostólico Mons. Aldo Giordano declaró beato en nombre el Papa Francisco a José Gregorio Hernández Cisneros, venerado por sus compatriotas como el Médico de los Pobres.
José Gregorio nació el 26 de octubre de 1864 en Isnotú. Obtuvo la licenciatura en filosofía y se graduó en medicina en la Universidad de Caracas. En 1889 asistió a cursos en microbiología y bacteriología en París. Perteneció a la Tercera Orden de San Francisco. Quiso ser religioso y también sacerdote, pero su salud se lo impidió. Se entregó finalmente a la atención a los enfermos, la investigación y la enseñanza en medicina. Murió en Caracas, el 29 de junio de 1919, víctima de un atropello automovilístico cuando se dirigía a visitar a un enfermo. El milagro para su beatificación fue la sanación súbita de una niña de 10 años, Yaxury Solórzano, que recibió un balazo en la cabeza de unos asaltantes cuando iba con su papá en una motocicleta el 10 de marzo de 2017. Estas son unas palabras que el Papa Francisco dirigió a los venezolanos con motivo de la beatificación.
«El doctor José Gregorio se nos ofrece a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad, como ejemplo de creyente discípulo de Cristo, que hizo del Evangelio el criterio de su vida, buscó su vocación, observó los mandamientos, participó cotidianamente en la Eucaristía, dedicó tiempo a la oración y creyó en la vida eterna, como dechado de bonhomía personal y de virtudes cívicas y religiosas, de apertura, de sensibilidad ante el dolor, de modestia y humildad en su vida y ejercicio profesional, y también como un hombre amante de la sabiduría, de la investigación, de la ciencia, al servicio de la salud y de la docencia. Es un modelo de santidad comprometida con la defensa de la vida, con los desafíos de la historia y, particularmente, como paradigma de servicio al prójimo, como un buen samaritano, sin excluir a nadie. Es un hombre de servicio universal. [...]
«Jesús deja un mandato a sus discípulos: lávense los pies los unos a los otros. Me parece importante reseñar “los unos a los otros”, porque el Señor nos exhorta no sólo a ser sujetos activos del servicio, sino también a tener la humildad de dejarnos lavar los pies por los demás. ¿Y qué es hoy día ese lavarse los pies unos a otros —me pregunto— para todos nosotros y en concreto para ustedes, que hoy están festejando la beatificación de este gran lavador de pies?
«Por ejemplo, significa acogerse, recibirse los unos a los otros, ver al otro como un igual, como alguien como yo, sin menospreciar. No menospreciar a nadie. También es servirse los unos a los otros, estar dispuestos a servir, pero también dejar que los otros nos ayuden, nos sirvan. Ayudar y dejarnos ayudar. Otro ejemplo es perdonarnos los unos a los otros, pues debemos perdonar y permitir que nos perdonen. Sentirnos perdonados. En definitiva, lavarse los pies unos a otros, es amarse los unos a los otros. [...]
«La beatificación del doctor Hernández es una bendición especial de Dios para Venezuela, y nos invita a la conversión hacia una mayor solidaridad de unos con otros, para producir entre todos la respuesta del bien común tan necesitada para que el país reviva, renazca después de la pandemia, con espíritu de reconciliación. Es una gracia que hay que pedir: el espíritu de reconciliación; porque siempre hay problemas en las familias, en las ciudades, en la sociedad, hay gente que se mira un poco de costado, que se mira mal, y hace falta la reconciliación siempre, ¡la mano tendida! Y es una buena inversión social la mano tendida. [...]
«Ruego, queridos hermanos y hermanas, que el nuevo beato inspire, en particular, a todos los dirigentes, a todos: sindicales, académicos, políticos, empresariales, religiosos, a todos, universitarios, y a otros, a desempeñarse seriamente en el logro de una unidad operativa. Un viejo refrán dice: “o nos salvamos todos o no se salva nadie”. El camino es común, de todos. Busquemos el camino de la unidad nacional, y eso por el bien de Venezuela. Una unidad operativa en la que todos, con seriedad y sinceridad, desde el respeto y el reconocimiento recíproco, anteponiendo el bien común a cualquier otro interés, trabajen por la unidad, la paz y la prosperidad, para que, de este modo los ciudadanos y ciudadanas vivan con normalidad, productividad, estabilidad democrática, seguridad, justicia y esperanza».
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